Los amigos estaban preocupados. No era habitual que no respondiera el celular ni desapareciera por tantos días. Además, se había ausentado de un compromiso laboral por videoconferencia. Les pareció alarmante. No era su estilo. Luego de cinco días sin noticias de Travis Alexander, de 30 años, varios de ellos fueron hasta su casa de dos pisos en Mesa, Arizona, Estados Unidos.
El lunes 9 de junio de 2008, ingresan por el garaje con el código de seguridad que les facilitó antes un conocido. En la planta baja perciben un suave pero desagradable olor. Dentro encuentran a su compañero de vivienda, Zach Billings. Le preguntan qué sabe de Travis y él les dice que no lo ha visto desde hace varios días y que cree que está en México. Los amigos de Travis le explican que para ese viaje faltan varios días todavía y que su nueva novia Mimi, tampoco ha podido contactarse con él. Zach va entonces a buscar la llave de la habitación principal de la casa, la master suite que ocupa Travis. Cuando la encuentra, todos suben por la escalera que conduce al primer piso. Abren la puerta y el olor los golpea con vehemencia. Lo primero que ven es un gran charco oscuro en la moquette del pasillo que une el cuarto con el baño. Se asoman al dormitorio. La cama está deshecha y sin sábanas. Contienen el aliento, aterrados, e ingresan al baño. En la ducha el agua cae impertérrita. En el suelo, en posición fetal, está su amigo Travis. No parece él, está irreconocible. No parece su cara. Reprimen arcadas. Ven que tiene la garganta cortada de lado a lado, de oreja a oreja. Y sobre su ceja izquierda hay un pequeño orificio negro. Salen despavoridos de la escena.
Escena salvaje
Llaman a emergencias. Uno de los oficiales de homicidios les pregunta si Travis tenía enemigos. Ninguno de ellos duda. Mencionan de inmediato, con nombre y apellido, a la ex novia: la rubia Jodi Ann Arias. Lo venía acosando desde hacía meses, explican.
Los peritos en criminalística encuentran de todo. Un estuche de balas calibre 25, un casquillo, mechones de pelo largo lacio y oscuro, la huella de una palma ensangrentada en la pared del pasillo y, lo más llamativo: una máquina de fotos dentro del lavarropas junto con sábanas y toallas lavadas y centrifugadas. A pesar de eso la cámara no está del todo dañada y los científicos descubrirán con rapidez, gracias a reactivos químicos, que la ropa blanca contiene restos de sangre de Travis. La palma de la pared presenta dos rastros hemáticos: el de Travis Victor Alexander y el de Jodi Ann Arias.
La autopsia determinó, unos días después, que el joven había sido apuñalado entre 27 y 30 veces, lo habían degollado al borde de la decapitación y tenía un disparo en la cabeza.
De la cámara se pudieron recuperar imágenes eróticas de ese mismo día que alguien había intentado eliminar. Eran de contenido sexual explícito: los protagonistas eran Jodi y Travis. La serie de fotos arrancaba a las 13:40 horas del 4 de junio de 2008. Había varias de él desnudo en la ducha. En la última foto de esa secuencia vital final, él mira directo a cámara mientras el agua se desliza por su cara. Son las 17:20. Es la mirada de alguien que está por morir.
En la imagen inmediata que le sigue, Travis ya se ha convertido en la víctima herida de muerte que sangra copiosamente sobre el piso de su baño.
La pericia dictamina que Travis falleció ese mismo 4 de junio, antes de cumplir los 31 años, bajo la atenta mirada de su acosadora y victimaria a la que alguna vez creyó amar.
Tienen que hablar con esa tal Jodi. Sabiendo que tiene el pelo largo y muy rubio, esas mechas oscuras encontradas en el dormitorio desorientan a los detectives.
Coincidencia fatal
Travis Alexander nació en Riverside, California, el 28 de julio de 1977. Sus padres Gary David Alexander y Pamela Elizabeth Morgan eran adictos a las drogas y se separaron cuando Travis tenía 8 años. El pequeño terminó mudándose, a los 11 años, a vivir con su abuela paterna quien era mormona y muy estricta. Gary murió en 1997 con 49 años, en un accidente de tráfico, el mismo día del cumpleaños número 20 de Travis. Poco después, sus siete hermanos también fueron a vivir a la casa de su abuela. Su madre Pamela no viviría mucho más. Murió con 52 años en 2005.
Travis creció bajo la disciplina férrea de su abuela y siendo parte de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Soñaba con ser alguien importante, con destacarse y triunfar. Gracias a un amigo suyo conoció a la empresa Pre Paid Legal Services (PPL), servicios legales prepagos para gente de bajos recursos. Travis, dueño de una mirada azul franca y directa, con su buena oratoria se convirtió en un excelente motivador. No demoró en ser el encargado de los seminarios que brindaban. Ayudar a otros a crecer y a desarrollarse profesionalmente era su meta.
Jodi Ann Arias nació el 9 de julio de 1980 en Salinas, California, en una familia sin grandes problemas. Era la mayor de cuatro hermanos (dos varones y dos mujeres: Jodi, Carl, Angela y Joey). Sus padres William y Sandra “Sandy” Allen Arias dijeron que ella había tenido una infancia normal y que su compañero de juegos era Carl, el hermano que le seguía. Pero en la adolescencia Jodi se mostró rebelde. A los 17 se fue de su casa para vivir con un novio. Ambiciosa en extremo comenzó a saltar de trabajo en trabajo, de ciudad en ciudad y de pareja en pareja. Matt McCartney, Bobby Juárez, Darryl Brewer (con quien vivió un año y medio y casi se casan) y Abe Abdelhadi… La relación con sus padres se volvió esporádica. Audaz y carente de miedos, a Jodi no le faltaban recursos ni herramientas físicas para conseguir lo que quería. Se obsesionó con ganar dinero y descubrió que había una empresa, llamada PPL, que parecía funcionar muy bien. La compañía hacía conferencias y seminarios motivacionales. Jodi decidió ir a una convención en la ciudad de Las Vegas, en Nevada. Era septiembre de 2006. Joven, sexy, bella, dulce para hablar y dueña de una melena teñida de rubio chocó su camino con el de Travis Alexander, un joven buenmozo y simpático, de ojos traslúcidos. La encantadora Jodi y el carismático Travis cruzaron miradas, charlaron entretenidos y terminaron intercambiando teléfonos.
Para Travis fue la peor decisión de su vida.
Si bien él estaba interesado en una amistad, esa no era para nada la idea de Jodi quién rápidamente cortó la relación con su pareja del momento y empezó a acosarlo. Usó el sexo como su principal herramienta de conquista. Esquivando las creencias religiosa de Travis, según Jodi, practicaron sexo oral y sexo anal, pero por un tiempo por cuestiones religiosas habrían reprimido las relaciones sexuales convencionales. Vivían lejos: uno en Arizona y la otra en California. Pero Jodi lo empezó a visitar con frecuencia. En una de esas estadías, él le regaló un libro clave de los mormones. Ella lo leyó y recalculó su estrategia: le dijo a Travis que quería convertirse a la religión de él. El 26 de noviembre de ese mismo año Jodi fue bautizada.
En febrero de 2007, comenzaron a salir formalmente como novios. Jodi se muda a Mesa, Arizona, para vivir más cerca de su querido Travis.
“Lo peor que me pasó”
Con algunas intermitencias por la intensidad con la que actuaba Jodi, la pareja siguió adelante durante un año. A los amigos de Travis, Jodi no les caía nada bien. La moza aspirante a fotógrafa era para ellos un lobo disfrazado de cordero. Demasiado invasiva y turbulenta. Si en una comida no estaba sentada al lado de él, se volvía loca de rabia. Era sumamente posesiva y Travis no podía tener ningún diálogo con otra mujer sin que todos notaran la furia que destellaban sus ojos. “Su mirada se volvía diabólica”, dijeron. Uno de ellos, Lovingier Hughes dijo al medio 20/20: “Habíamos empezado a ver cosas perturbadoras en la relación. Un día le dije a Travis en chiste, temo que un día te encontremos descuartizado en el freezer. La veíamos muy obsesionada con él”.
En algún momento Travis hasta pensó en casarse con ella, pero los deseos sexuales de Jodi chocaban burdamente con la fe religiosa mormona de Travis.
A comienzos de 2008 Travis le comunicó a sus amigos que viajaría con Jodi a unas jornadas laborales que la empresa haría, a partir del 15 de junio, en Cancún, México. Pero los relatos de Travis sobre su novia seguían inquietando a los amigos y compañeros de trabajo. Les reveló que ella era extremadamente celosa y que le revisaba el celular, las redes sociales y sus mails. Cuando él tenía una conversación privada o de trabajo, Jodi se ponía detrás de la puerta cerrada para escuchar lo que decía. Les confesó que estaba convencido de que ella se había mudado a Mesa para tenerlo totalmente vigilado.
Travis estaba harto de las discusiones y de la persecución a la que era sometido por ella. En marzo de 2008 la relación llegó a un punto de no retorno. Cortaron. Pero la cosa se volvió más tóxica todavía. Jodi empezó a caer de visita inesperadamente. Entraba por el garaje, sin previo aviso, y totalmente desnuda se introducía en su habitación. Algunas veces, Travis caía en la red de tentaciones y tenían sexo. Pero también empezó a temerle. Todo empeoró cuando un día ella, revisando sus mensajes en el celular, se enteró de que él había salido con una chica llamada Lisa. Se vengó tajeando las cuatro ruedas del auto. Travis también se dio cuenta de que le había hackeado sus correos personales.
A fines de abril de 2008 Jodi regresó a Yreka, en California, para vivir en la casa de sus abuelos. En la mudanza la ayudó Sandy, su madre.
Con Travis habían charlado mucho. Supuestamente habían quedado que serían amigos. Travis fue claro: ella no era la persona con la que él querría pasar el resto de su vida.
Con Jodi lejos, Travis por primera vez en mucho tiempo se sintió libre y feliz. La alegría fue escasa. Jodi continuó, a la distancia, con sus interminables llamados a toda hora. Incluso, le ofrecía sexo telefónico. Insistía y si era preciso no dudaba en viajar hasta Mesa para intentar mantenerlo bajo su órbita de control. El sexo seguía siendo el recurso para atraerlo.
El agobio de Travis era total. Una vez volvió de una cita y se encontró a Jodi escondida en su vestidor.
En mayo terminaron discutiendo fuerte: Travis había comenzado una nueva relación con una joven mormona llamada Mimi y quería oficializar. Dijo basta.
Por esa misma época Travis le confesó a uno de sus amigos que Jodi era “una sociópata y lo peor que me pasó” en la vida. No podía saber que le esperaba algo muchísimo peor a todo lo que había experimentado hasta entonces.
El 28 de mayo el joven solicitó, a los organizadores del viaje, cambiar el nombre de su ex novia Jodi como su compañera para el seminario por el de Mimi.
Ese mismo día a muchos kilómetros de allí, en Yreka, hubo un robo en la residencia de los abuelos de Jodi Arias. Entre las cosas que se llevaron los ladrones había un arma automática Colt calibre 25.
Cuando llama el odio
El 2 de junio, entre la 1 y las 3 de la madrugada, Jodi Arias llamó a Travis cuatro veces. Pero no llegó a comunicarse, las llamadas duraron segundos. Después de las 3 fue Travis Alexander quien le devolvió los llamados. En el primero hablaron 18 minutos, en el segundo 41. A las 4:03 Jodi lo volvió a contactar y conversaron 3 minutos más.
A las 5:39 Jodi se dirigió en su auto a Redding, California, para alquilar un vehículo de la empresa Budget. Les dijo que tenía que hacer un largo viaje a Utah para unas jornadas de trabajo. Le ofrecieron uno rojo, pero ella lo rechazó. Prefería uno más discreto, dijo. Le dieron entonces un Ford Focus blanco. La operación de alquiler se cerró a las 8:04 y ella avisó que devolvería el auto en el mismo lugar.
Luego, colocó en el baúl tres bidones: dos prestados por un amigo y uno tercero que compró. Fue a una estación de servicio y los llenó con nafta. Ese mismo día llamó a varios amigos para contarles que estaba viajando hacia Salt Lake City, Utah, por trabajo.
El martes 3 de junio salió supuestamente con dirección a esa ciudad.
El miércoles 4 de junio, a las 19 horas, Travis se perdió una importante conferencia telefónica. Nadie supo qué podría haber pasado con él. No era para nada habitual esa conducta en él.
El jueves 5 Jodi se encontró con un compañero de trabajo en Salt Lake City, Ryan Burns, con quien estaba comenzando algo. Se pasaron horas abrazándose y besándose en un sillón en la casa de él. Ryan Burns notó dos cosas: que Arias ya no llevaba el pelo rubio como siempre sino una melena oscura y que tenía unas lastimaduras en sus manos. Cuando le preguntó cómo se había cortado, Jodi explicó que había sido en su trabajo del restaurante con un vaso roto.
El viernes 6 de junio Jodi dejó Salt Lake City y volvió hacia su casa en California. En las veces que se vieron con Ryan durante esas jornadas ella usó siempre mangas largas.
En el camino de regreso a California, llamó varias veces a Travis. Le dejó varios mensajes de voz. Y, también, como era habitual se coló en su correo.
Devolvió el auto el día sábado 7 de junio. Lo hizo sin las alfombras. Tenía unas manchas extrañas en los asientos traseros y delanteros, por lo que la empresa lo mandó a limpiar a conciencia. La rentadora contabilizó que había recorrido más de 4500 kilómetros.
Hasta ese momento nada hacía pensar mal de esta joven de 28 años y modales impecables.
Si Jodi hubiera ido directo de su casa a la convención en Utah y regresado de la misma manera, no podría haber llegado a recorrer más de 3000 kilómetros. Sobraban unos 1500. ¿Y si hubiese ido primero de Yreka, donde vivía, a Mesa, en Arizona, y de allí a Salt Lake City, en Utah, y volvía? La cifra cerraba.
Cuando la policía supiera del cadáver de Travis, dos días después, verían claramente que tenían, en el derrotero posible de Jodi, una de las pruebas del crimen.