Ya confeso, renunció al juicio y fue condenado el autor del
femicidio de Ana María Alurralde, hermana del Juez Federal de Reconquista.
"Las penas no son
para las víctimas, sino para el victimario. No nos devuelve a los seres
queridos, ni cierra las heridas", expresó el Dr. Alurralde,
hermano de la asesinada.
SANTIAGO FERNANDEZ EL ASESINO
Santiago
Daniel Fernández fue
condenado a la pena de prisión perpetua como autor penalmente
responsable de los delitos de homicidio calificado por el vínculo y por
ser perpetrado por un hombre contra una mujer mediando violencia de género, en
carácter de autor, lo que conocemos bajo la figura de "Femicidio".
EL TRIBUNAL
El Tribunal de enjuiciamiento estuvo conformado por los Jueces
Nicolás Falkenberg, Octavio Silva y Gustavo Urdiales, quienes homologaron el
acuerdo al que arribaron en procedimiento abreviado, la Fiscal del caso, Dra.
Ana Laura Gioria; el querellante Dr. Rodrigo Jaime, quien representa al hijo de
Ana María; y el Defensor particular de Fernández, Dr. Roberto Basualdo.
EXPRESIONES DEL JUEZ ALDO ALURRALDE
Luego de conocerse la condena, en diálogo con
ReconquistaHOY, el Juez Alurralde expresó: "Hoy me notificaron y he comprendido que las penas no
son para las víctimas sino para el victimario, porque cualquiera sea la
graduación de la misma, no nos devuelve a los seres queridos ni cierra las
heridas abiertas".
EL HECHO
El asesinato de Ana
María Alurralde fue el jueves 17 de octubre de 2019 en la casa que compartía
con su esposo, en Barrio Schneider de la Ciudad de Santa Fe.
El día después de matarla, Fernández había denunciado
falsamente que habían entrado a robar en su vivienda y que su mujer estaba
desaparecida con el automóvil, coartada que cayó rápidamente gracias a un
trabajo “excelente" de los Policías y la Fiscalía. Esa calificación la dio
en ReconquistaHOY el hermano de la víctima, quien es Juez Federal en
Reconquista, Aldo Alurralde.
Finalmente, Fernández confesó el crimen y colaboró en el
hallazgo del cadáver que había arrojado en un descampado en las afueras de la
ciudad, y del automóvil que había dejado en las cercanías.
Al respecto Aldo Alurralde contó en ReconquistaHOY la
frialdad de su cuñado, quien la mató a puñetes y golpes con un elemento
contundente en la cabeza, luego embolsó su cabeza para evitar dejar evidencias
en caso de que le "ensucie el auto"
donde la cargó, la arrojó en un descampado, fue a trasladar a su hija (que no
vive con él), regresó a su casa, limpió los rastros del crimen, y se acostó a
dormir. Al otro día denunció la mentira que rápidamente quedó desnuda y fue
aprehendido.
SE ENAMORARON DEL HOMBRE EQUIVOCADO, UNA
TERMINÓ ASESINADA, LA OTRA DESAPARECIDA
Conmovedora carta de advertencia del Juez Alurralde a la
sociedad en una carta abierta
De Ana María Alurralde a Marta Romero. Dos mujeres, que se
enamoraron del hombre equivocado, unidas por un destino trágico.
Mi hermana, Ana María Alurralde, era una mujer sencilla,
alegre, dulce en el trato con agradable timidez. Ella, dos hermanos y yo
-cuatro en total- fuimos criados en un típico hogar patriarcal de los años 60,
adonde la figura paterna marcaba una presencia rigurosa y con carácter, aunque
el amor y el respeto entre los esposos, nuestros padres, era de singular
ejemplo para todos. Entonces, fue la época en la que mi padre salía a trabajar
para ganar el sustento diario, y nuestra madre a cuidarnos a todos nosotros:
cuatro hijos, en lo que era una sociedad con roles estereotipados de entonces.
FAMILIA Y VALORES DE ÉPOCA
En ese modelo de familia y de sociedad, con fuertes
valores, fuimos criados todos nosotros. Ana María, formada en aquellos
conceptos culturales de época, conoció a su pareja, el hombre que amó y que,
aprovechándose de su crianza, no le permitió que siguiera trabajando fuera de
su casa, lo cual en principio pasó como una actitud benevolente, aunque en
realidad de lo que se trataba era de poder aislarla y someterla económicamente.
Como sospechar de las intenciones de un hombre que al principio de la relación se
mostró como alguien con gustos exquisitos, conversación culta y un ser con una
enorme sensibilidad. Un verdadero cordero.
FUE VIOLENCIA, NO AMOR
La convivencia en el tiempo de Ana María con su pareja, le
depararía sorpresas desagradables que se irían enhebrando con el paso de los
días, semanas, meses y años.
Ana no comprendió cuando, bajo la excusa de los celos,
debió dejar de frecuentar a sus amigas e incluso a su familia. Esa situación la
toleraba por amor, por no causar problemas en su círculo íntimo y quien sabe
porque otras tantas justificaciones que en su bella alma encontraba. Su
contacto con la sociedad era a través de un teléfono con el cual todos los
domingos se conectaba por videollamada, vía whats app con sus familiares
directos. Lo hacía por video llamada por la exigencia de su pareja de poder
verificar con quien hablaba y ella como no ocultaba nada lo toleraba. Recuerdo
en lo personal que siempre terminaba hablando con ella con la presencia de su
manipulador detrás. Ana nunca supo pedir ayuda, pero tal vez tampoco pudo por
esta situación y no comprendió el peligro que se cernía sobre ella día tras
día.
Tampoco supo advertir a tiempo la violencia psicológica y
patrimonial de la cual era víctima a pesar de que cada planteo de celos y desprecio
de su pareja le causaba un daño emocional y disminuía su autoestima, pero
seguramente sentía que lo que pasaba era muy poco al lado de los problemas que
pudiera tener el resto de su familia, entonces, no quiso “molestarlos” con los
propios junto con un algo de vergüenza de contar la situación por la cual
atravesaba.
Ana tenía restricciones económicas y ambulatorias. Hacía
años había dejado de viajar en colectivo o tomar un taxi, ya que su pareja, que
la acompañaba a todos lados con la excusa del “por tu seguridad y comodidad te llevo y te traigo en mi
auto” nunca le había enseñado a manejar. En realidad, él no quería que
pudiera movilizarse sola, la agenda de Ana era su agenda. Si quería ir a algún
lado dependía exclusivamente de la voluntad de quien la manipulaba. No existía
la posibilidad de autodeterminación ni mucho menos la libertad ambulatoria. Ana
veía pasar los días junto con su vida desde la celosía de la ventana apenas
abierta de su casa.
LA CULPA DE ANA
Probablemente Ana haya sentido culpa de todo lo que le
pasaba, porque eso era lo que le hacía sentir el hombre que la acompañaba quien
justificaba sus celos en su retorcido pensamiento machista.
Incluso alguna vez alguien le oyó afirmar a ese hombre: “las mujeres son todas putas”.
Seguramente en la intimidad de su hogar le haya planteado a Ana “yo soy así porque vos me pones
así” y ella se lo hubiera creído bajo la excusa que “él es así de celoso porque me
ama demasiado y quiere cuidarme”.
Paradójicamente en la violencia de género la victima muchas
veces justifica al victimario y esa situación larvada es un crimen potencial en
el futuro que solo precisa de una chispa que lo encienda y eso fue lo que
ocurrió.
EL DISPARADOR
Promediaba el mes de octubre del año pasado y Ana María,
evidentemente harta de la situación que toleró por años, decidió buscar en
Google un departamento para alquilar. Una verdadera fantasía de liberación
personal que llegaba muy tarde a su vida. El 17 de octubre, mi hermana Ana
María, tomó la decisión que cambiar radicalmente el curso de su vida. Le dijo a
su pareja que decidió irse de esa vivienda de barrio Schneider y que se
alquilaría un departamento pensando tal vez en acudir a la ayuda económica de
su familia. Fueron frases lineales y cristalinas, sin dobleces o mentiras pero
que marcaron el comienzo del final ya que en los planes de un manipulador el
peor escenario es el del abandono y en la mente de un machista éste es menos
tolerable si quien lo hace es una mujer.
ENLOQUECIDO
Bajo la furia enloquecida de un manipulador la cabeza de mi
hermana Ana terminó destrozada por los golpes de quien nunca lo hubiera
esperado. El cordero se transformó en Lobo y en cada golpe que recibía se
desgajaban años de manipulación, encierro, destrato, humillación y odio hacia
las mujeres. Su asesino disolvió un líquido corrosivo en su cara, tal vez para
no contemplar la macabra obra de un rostro destrozado o creyendo que con ello
iba a evitar se reconozca el cuerpo. Triste final para quien cometió el pecado
de amar al hombre equivocado, amar a quien no lo merecía. Por casi 48 horas se
buscaba a una mujer a quien se quiso hacer pasar como “desaparecida” y un auto, en que la habrían
llevado, fue encontrado abandonado. Su asesino la llevó en un auto con el
rostro cubierto con una bolsa de residuos y la dejo abandonada en un paraje
desolado, tirada en una zanja. La buscamos 48 horas hasta que la encontramos.
Ana María fue velada a cajón cerrado, nosotros sus familiares pasamos así ese
domingo paradójicamente “Día
de la Madre” hasta su inhumación, sin la posibilidad de darle un último
beso en sus suaves mejillas.
MARTA ROMERO
Pero como la historia de los muertos se narra en la memoria
de los vivos, mientras mi hermana, Ana María Alurralde estuvo desaparecida, su
pareja, en su historia personal quedó asociado con un hecho que había ocurrido
hacía más de 30 años en la misma ciudad de Santa Fe. Otra mujer, esta vez
llamada Marta, había desaparecido hace treinta y un años atrás frente al
hospital Iturraspe, su auto también fue encontrado abandonado y paradójicamente
ambas mujeres se encontraban en trámite de separación. Dos mujeres que durante
dos momentos de la historia (pasado y presente) estaban desaparecidas, dos
autos abandonados y la policía investigando, en ambos casos, la hipótesis de un
secuestro o fuga voluntaria. Lo llamativo es que todo giraba siempre alrededor
de un mismo hombre que en distintos momentos fue pareja de ambas, extraña
coincidencia si es que lo es.
De lo sucedido con Marta Romero, después de 30 años en que
se ignora sobre su destino final, tal vez sea difícil la reconstrucción. La
justicia de los hombres estuvo ausente y los malos vientos de la impunidad
azotaron la llama que la alimenta. Mi familia sabía y conocía sobre la desaparición
de Marta Romero, pero creyó en lo que la pareja de Ana siempre había dicho: “su desaparición habría sido por
un secuestro o quizás por una fuga voluntaria con otro hombre”
presentándose su narrador como una víctima más de esa situación ya que Marta “había dejado además” una
beba de meses que tenían en común. Como no íbamos a creer en el relato de ese
hombre si la justicia en tantos años jamás había puesto en dudas su “inocencia”. Tal vez el
esclarecimiento de este hecho anterior pudo haber evitado la muerte de Ana.
TRISTEZA SIN FIN
La historia que narró en primera persona, deja varias
lecciones a saber. Para la sociedad en su conjunto para entender de una buena
vez de que hablamos cuando hablamos de violencia de género. Nadie,
absolutamente nadie debe convivir con alguien que no le merezca o sea digno
bajo la promesa de que va a cambiar. Nadie puede tener temor a enfrentar la
soledad en su hogar o de decir "yo no tengo pareja". La vergüenza por contar lo que
nos pasa y el silencio favorecen el accionar de los violentos y les garantiza
impunidad. Todos valemos como personas y no debemos caer en manos de
manipuladores que poco a poco marcan nuestra propia agenda, dirigen nuestras
vidas, forma de pensar y sentimientos. Saber decir basta es un acto de dignidad
y valentía frente al primer maltrato que recibamos. Quien nos ama no puede
chantajearnos ni patrimonial ni emocionalmente y mucho menos alejarnos de
nuestra familia y amigos. Si alguna persona, hombre o mujer, está viviendo una
historia similar a las de Ana y Marta ¡¡¡¡ CUIDADO!!!! puede ser que la misma
se vuelva a repetir.
Firmado: Aldo Mario Alurralde, el hermano
de Ana.
Alurralde es Abogado y actualmente se desempeña como Juez
Federal de Reconquista.
REFERENCIA HISTÓRICA.
La Profesora de Educación Física Marta Isabel Romero “desapareció” el 23 de
marzo de 1988 dejando una beba de seis meses.
Ana María Alurralde estuvo “desaparecida” según el relato de su pareja entre los días 17 al
19 de octubre de 2019, fecha en que su cuerpo fue encontrado tirado en el fondo
de un zanjón ubicado en las inmediaciones de Avenida General Paz y Callejón Las
Mandarinas, en jurisdicción de Ángel Gallardo con la cabeza destrozada y su
cara rociada con ácido.
El cuerpo de Marta Romero habiendo trancurrido más de 31
años y la causa pasada por la mano de 6 Jueces nunca fue encontrado, ni tampoco
le fue atribuído el hecho al principal
sospechoso que era su marido Santiago Daniel Fernández. Ambas vivián en Santa
Fe y su trágico desenlace acaeció en oportunidad en que estaban por separarse
de Fernández quien hoy está detenido imputado solo por el
femicidio de Ana María Alurralde como autor del delito de homicidio
calificado por el vínculo y por ser perpetrado por un hombre contra una mujer
mediando violencia de género. En cambio, Marta y dos familias destrozadas aún
claman por la verdad y justicia en vísperas de un nuevo aniversario de su
desaparición.
El Dr. Alurralde pide que los femicidios no prescriban y
que se los juzgue, aunque no se encuentre el cuerpo de la víctima.
En este artículo, el Juez Federal de la ciudad de
Reconquista -Dr. Mario Aldo Alurralde- aborda el análisis de la figura del
femicidio, incorporada a nuestro ordenamiento mediante Ley 26791, resaltando la
imperiosa necesidad de que la justicia actúe con perspectiva de género frente a
estos casos -independientemente del hallazgo del cuerpo de la víctima- y que
este tipo delictivo sea imprescriptible, de modo que las víctimas no sean
castigadas dos veces: con el crimen y con la impunidad del victimario.
"Femicidios:
Sin cuerpo hay delito y deben ser imprescriptibles".
AUTOR: DR. ALDO MARIO ALURRALDE.
FUENTE:
Gustavo Raffín/ReconquistaHoy