Érase una vez un país donde
todo sería maravilloso, una nación donde los sueños se cumplirían sin
restricciones, en el que los pobres desaparecerían mágicamente y los
trabajadores dejarían de abonar el injusto tributo a sus ingresos.
Érase una nación feliz,
abundante de alegría y gozo, donde la justicia imperaría para hacer esforzar a
los que vivieran de la ayuda del Estado y para que los frutos del erario
público no se desagoten por la canaleta de la droga y las conductas corruptas.
Érase un lugar colmado de
espejitos de colores, de muchos colores, de esos que reflejan que para alcanzar
la dicha no es necesario disponer de grandes ideas ni estrategias de gobierno
si por el contrario se ostenta grandes sonrisas haciendo juego con camisas importadas
de seda.
De ese hermoso castillo de
ilusión hoy solo quedan los endebles cimientos que sostienen una estructura
decadente y deteriorada. Lo que era avizorado por muchos como el inicio de la
construcción de un lugar mejor, comenzó a derrumbarse vertiginosamente por obra
y gracia de la amarga y cotidiana realidad.
Esa vistosa fachada de
respeto por las instituciones se despintó velozmente con la imposición de
cortesanos por señalamiento inconsulto; el jardín del diálogo y el consenso se
marchitó con las evidentes coacciones que se direccionaron para impulsar la
aceptación iniciativas impopulares, los hermosos muebles que adornaban la nueva
vista se herrumbraron con el uso discrecional de la justicia para encarcelar a
dirigentes sociales opositores y absolver de culpas a los amigos.
No obstante a todo ello vos
te sentís a salvo porque seguramente te consideras indemne. Cuando en los
albores del nuevo experimento neo liberal despedían personal estatal no te
conmoviste porque los despojados eran parásitos indeseables; cuando atentaron
contra la producción nacional abriendo indiscriminadamente el grifo importador
sentiste alivio por la certeza de que tus opciones para elegir libremente
aumentaban; cuando abruptamente suspendieron la cobertura farmacéutica a los
afiliados de PAMI no te conmoviste porque te falta mucho para ser viejo; cuando
retiraron pensiones a discapacitados aplaudiste porque naciste convencido de
que tener un solo brazo o sufrir una discapacidad cognitiva no constituye un
impedimento para el trabajo.
Al mismo tiempo que tus
tarifas de servicio comenzaron a tornarse impagables les perdonaron deudas astronómicas
a las empresas beneficiadas; favorecieron la renta financiera a costas de tus
imposibilidades de acceso a un crédito blando; acentuaron las utilidades a los
pules agropecuarios con quita de retenciones y devaluación de la moneda al
unísono de la licuación de tus menesterosos ingresos; te retacean míseramente
recomposiciones salariales con el simultáneo nombramiento de funcionarios onerosamente
retribuidos en puestos inventados y estériles; te privan de la posibilidad de
disfrutar de un encuentro familiar con un evento sagrado como el fútbol para
devolverles un gigantesco negocio a sus históricos dueños; quitan remedios de
tus cercanos centros de salud para incrementar los dividendos de laboratorios
vinculados a intereses de funcionarios.
Quizás te tranquilice el
hecho de que a cualquier resignación de derechos le encuentren una explicación
justificadora y bendecida por la corporación mediática. Porque tu carencia de
escepticismo te ayuda a creer que el mayor impedimento para la llegada de
inversiones tiene que ver con los derechos laborales; que los desaparecidos por
fuerzas de seguridad son terroristas desestabilizadores y apátridas; que el
incremento de la brecha entre ricos y pobres es por culpa de la pesada
herencia; que el consumo de leche y de carne disminuye dramáticamente debido a
que la gente ahorra para comprar autos y departamentos; que si en el pasado
accedías a dispositivos electrónicos o podías viajar para vacacionar era
producto de una realidad ilusoria y anormal; que la chorra yegua, que Devido, que
López, que Nisman, que La Cámpora, que Moreno, que Baez, que la india jujeña, que
los vagos…
O a lo mejor te sentís
decepcionado y te invade la bronca del engaño sufrido; sin embargo, no debes
permitirte el lujo de que la impotencia te termine venciendo. El domingo con tu
sobre podes expresarte silenciosa pero eficazmente, tu desazón puede
convertirse en pacífica rebeldía e instrumento de justo escarmiento, en un
correctivo que si no es percibido solemnemente puede transformarse, en un
futuro cercano, en un ruidoso manantial de reclamos de reparación que deberán
ser escuchados si es que, a quienes sostienen la sartén por el mango, les
preocupa la inminencia de un desborde social propiciada por demandas emergentes
cada vez más notorias.
No te dejes engañar, el que
gobierna es Macri, un presidente electo por voluntad popular pero que actúa
como un patrón de estancia que está convencido de que el pueblo debe estar
sometido irrefutablemente a sus ruinosos designios.
Ayudá a cuidar nuestra
preciada democracia, no te quejes por perder 10 minutos para ir a sufragar,
valorá este proceso como una instancia de consulta del cual te invitan a ser
partícipe, comprometete, no aflojes, no aflojemos.
RICARDO BORTOLOZZI