Muchas veces he dicho que, desde que tengo uso de razón,
viví con la extraña sensación de vivir en el lugar equivocado, en la casa
equivocada, en la familia equivocada…
Tenía la rara idea de haber cambiado de lugar, de casa y de
familia. Y se abonaba por sentir que había perdido voces, sensaciones de piel,
gritos de mujer y de hombre, de música, también desaparecida. Y de castigos. Si
bien los gritos y castigos siguieron, eran otros. Y una constante: Una voz y
una piel seguían estando, no se habían perdido.
En un momento de mi vida llegué a pensar si no estaría
transitando el límite, delgado, por cierto, entre la locura y la cordura. Hacia
los veintidós años supe que era adoptado, y eso confirmó en parte que tuve otra
vida anterior. Si bien no tuve el placer de conocer a mi madre biológica, debo
aclarar que, muy profundo en el inconsciente, tengo muchas cosas de ella. Pero
no son parte de este homenaje a mi madre, LA OTRA MADRE, la del corazón.
Dije que los castigos continuaron. No los entendía, porque
esta madre tenía una conducta de extraños giros. Sin transición podía pasar de
los mimos a los castigos. Y eso no lo veía en las familias vecinas. Pero
lentamente fue cambiando. Y con los años, se espaciaron y se convirtieron en
justos y en los momentos oportunos. De todas maneras, siempre recibí mucho amor
de su parte. Y el contarlo no es un reproche, sino para que muchos puedan
entender cómo los excesos, si bien no son buenos, al menos pueden ser
explicados y comprendidos.
Cuando supe de la realidad de mi “otra” vida, no podía
explicarme cómo, si me amaron tanto como para adoptarme, me maltrataba de esa
forma. Me llevó muchísimos años intuir la verdad. En sus últimos días me contó
algo de mi madre, muy poco, pero nada de mi padre. Y dado el momento no quise
preguntarle, respetando su deseo de guardarse esa parte de su intimidad.
Sí. Mi análisis había sido correcto. Me lo corroboró mi
hija mayor, a la que le contó por si yo no llegaba a tiempo cuando me llamaron
porque moría.
Mi padre era su esposo. Ella era estéril. Y él deseaba un
hijo. Y, en un romance que tuvo con mi madre de sangre, fui concebido. Año y
medio después de mi nacimiento, ella murió, y mi padre afrontó su error y me
llevó a su casa.
Eso me llevó a entender y comprender la tremenda lucha que
tuvo que enfrentar en su alma esta buena mujer. Por un lado, el amor natural
que despierta un niño en toda mujer. Y, por el otro, yo era el recuerdo siempre
presente ante sus ojos, imborrable, de la traición de su esposo, y de algo que
ella nunca pudo tener, que la vida le había negado: un hijo.
Sin embargo, el amor pudo sobre todas las cosas. Y así como
hubo reconciliación con su esposo, recibí siempre su amor. Puedo decir que, más
que amor era casi adoración.
Hubiera deseado me lo contara, para decirle cuánto admiraba
su valor, su lucha, su triunfo contra el dolor que la vida le presentó. Sí, la
admiro por eso, Porque fue madre sin serlo y sin poder serlo…
SOY EL HIJO DE VIENTRE AJENO… criado con amor por la mujer
traicionada. Y eso es ya demasiada capacidad de amar…
¡Gracias a todas las mujeres, capaces de amar como
madres…GRACIAS MAMÁ DEL CORAZÓN!
MANUEL CARLOS MUSSÍN - Octubre 20 de 2012 - Derechos
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Raúl Dubouloy - VillaOcampoSF)